Ideologías, guerras y política devoran la libertad de prensa
El ensayista argeliano Albert Camus alguna vez afirmó que una prensa con libertad es buena, pero sin esto nunca dejará de ser mala. Éste argumento hace que me cuestione si realmente en Colombia existe la libertad de prensa o sí sólo es un espejismo, en el cual se han reflejado tanto periodistas que fue esa imagen de verdad y libertad la que acabó con sus vidas.
En Colombia existe una legislación que reglamenta la libertad de prensa, fundamentada en la constitución política con los artículos 20,73 y 95, en los cuales se estipula que toda persona tiene derecho a la libertad de expresión, a dar y recibir información veraz e imparcial sin realizar un abuso de ello, a gozar de protección en el oficio, lo que garantiza la independencia profesional y la prohibición de la censura.
El conocimiento o desconocimiento de éstos artículos parecer ser algo no muy importante, pues supuestamente hay una libertad de prensa, una ley que rige y controla la información suministrada a la población, y la posibilidad de censura.
En mi concepto creo firmemente que en nuestro país no existe tal libertad, si esto fuera una realidad entonces por qué Colombia ha tenido tantos momentos críticos para la prensa durante los últimos 63 años, por qué en la historia nacional de nuestro periodismo se registran tantos hechos de censura tales como: el cierre de los periódicos Diario gráfico, El Siglo, El Tiempo, y El Espectador durante el mandanto del general Rojas Pinilla, la tramisión de un partido de fútbol en vez de la información sobre la toma del palacio de justicia que realizó el M19 en noviembre de 1985, en el cual se prefirió informar sobre un encuentro deportivo y no de un hecho trascendental para la historia política colombiana, o la magnitud de un problema como la para-política ejercida por la familia Uribe, desviando la información con un hecho menos grande como el asesinato de Luis Santiago y ni qué decir de todos los casos reportados de periodistas asesinados por grupos revolucionarios colombianos.
Hechos como éstos nos desalientan un poco a la vez que nos impulsan a todos los futuros comunicadores sociales y futuros blancos de éstos grupos armados, a terminar o por lo menos tratar de acabar con la visión de huéspedes pasivos en nuestros propio país; pues estamos cansados de ser callados, estamos cansados del miedo a la verdad, estamos cansados de ser sometidos a ideologías o políticas de medios, estamos cansados que se nos vulneren los derechos, estamos cansados de ser hipócritas con la sociedad, estamos cansados de tener que recordarles a los paramilitares, guerrilleros, jefes de estado y poderes mediáticos que nuestro trabajo es el instrumento que empleamos en la interacción y comunicación con el otro y por medio del cual construimos y representamos realidades que muestren consecuencias físicas, psicológicas y simbólicas de los hechos, masacres, guerras y todos los sucesos que comprometen y afecten a la sociedad.
En éste debate sobre la existencia o no de la libertad de prensa, recuerdo el caso de Bernardo Giraldo Londoño director del dominical Meñique, un periódico local del municipio del occidente medio cercano antioqueño, Sopetrán; en el cual se publicaban temas de interés para el pueblo. La mañana del domingo 16 de febrero del 2003 Bernardo decidió noticiar un artículo sobre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, en el cual relataba una serie de asesinatos que habían sido ordenados por Luis Arnulfo Tuberquia alías “Memín” jefe máximo de los Gaitanista o Águilas Negras, en éste artículo, se informaba el por qué de los asesinatos, quién los envió; en la tarde del lunes 17 de febrero del 2003 alías Memín ordenó asesinar a Bernardo, de la forma más cruel él fue sacado de su casa para luego ser amarrado, asesinado y luego entregado a su esposa Carmen Zapata Echavarría, aunque todos los habitantes del municipio vieron nadie dijo nada pues en esos casos es mejor utilizar el lenguaje del silencio antes que arriesgar la vida.
Bernardo es sólo uno de los tantos periodistas asesinados por decir una verdad que la sociedad debe saber y que muchos le ocultan, lo que demuestra claramente que la impunidad y el derecho de libertad de prensa es limitado, haciendo que éstas situaciones se devoren lentamente a Colombia y que la libertad se convierte cada día más en una utopía y se aleje más de la realidad.
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